Anoche hubo un terrible clamor de dolor en Los Alcarrizos. Cuatro
personas, entre ellos dos menores, murieron ahogadas en el balneario La
Poza, de Hato Nuevo. La versión más socorrida es que tres perdieron la
vida cuando intentaron salvar al más joven del grupo.
Las víctimas fueron identificadas como Cristian Ariel de la Cruz, de 24
años, los hermanos Víctor Raúl Mateo González, de 20, y Jonathan Mateo
González, de 16, y Jorge Esteban Hurtado, de 13. Una de las versiones
que se recogieron desde que se supo la noticia fue que Jorge Esteban
Hurtado se había perdido en el agua. Todos viven en el mismo sector de
Savica, Los Alcarrizos, aunque se dijo que el más joven vivía en Hato
Nuevo. Anoche, en la casa número 56 de la calle España, en Savica de Los
Alcarrizos, donde moraban los hermanos Mateo González, había un
desgarro incontenible. Los dos ataúdes grises se exhibían en la sala de
la humilde morada y, en la habitación, la madre lloraba y clamaba a Dios
porque recibiera sus almas.
“Se me han ido dos hijos de un solo golpe; ay Dios mío, benditas sean
sus almas, acógelos, Señor”, sollozaba en su aposento, mientras los
vecinos y familiares se reunían en muchedumbre a darle el pésame. La
madre estaba desconsolada y el padre permaneció oculto entre la gran
cantidad de gente que se aglomeró en la calle oscura frente a su casa,
donde a las 11:00 de la noche se disponían a tender una lona para
guarecerlos.
El río en que perecieron estos muchachos de Los Alcarrizos es llamado
de distintas maneras por las comunidades que están en su entorno, entre
estas Los Alcarrizos, Caballona y Manoguayabo. Es una fuente recurrente
de peligro por todos los ahogamientos que ocurren durante el año.
Las versiones indican al mismo tiempo que los hermanos y el menor
Cristian Ariel de la Cruz eran conocidos como personas de buenas
costumbres y de gran disposición para solidarizarse con los demás en
todo momento. Es por ello que anoche la calle estaba repleta de gente.
Muchas personas se lamentaban de la baja que había sufrido el barrio.
“Ay Dios mío, por qué te has llevado a mis muchachos; dales tu sombra,
dales tu cobija”, decía la madre, a quien los vecinos abrazaban e
intentaban consolar. El padre rechazó hablar con los periodistas, pidió
incluso que respetaran el dolor de sus familiares. Pidió también, a
través de una mujer que se identificó como familiar, que le guardaran el
respeto que ellos tenían de no querer hablar de su dolor. Al despuntar
las once de la noche, en la casa, en medio del dolor, el velatorio
comenzó de manera formal.
“Estamos esperando que pase un poco esta angustia , que pase un poco
este dolor para saber a la hora que enterraremos:, dijo una tía.
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